Al amanecer, las hileras de viñas bullen de emoción. El olor a tierra fresca se mezcla con el dulce perfume de las uvas maduras, creando esa atmósfera única que sólo conocen los amantes del terruño. La poda manual revela sus secretos a las ninfas, cada golpe de las tijeras de podar cuenta la historia milenaria de la vid. El crujido de la prensa suena como un recuerdo familiar, orquestando la mágica transformación de la uva en néctar. La iniciación a la degustación se convierte entonces en un viaje sensorial excepcional. Las papilas gustativas descubren la complejidad de los aromas, mientras los ojos aprenden a descifrar los matices dorados o rubí de los vinos locales. Esta comunión con el producto de la tierra trasciende la simple degustación para convertirse en una verdadera educación del gusto.


El mercado de productores étale sus salidas gastronómicas bajo los plátanos centenarios. Quesos de granja, panes artesanos, mermeladas caseras… cada étal cuenta la historia de una pasión, un savoir-faire transmitido de généración en généración. Los paseos en coche de caballos puntúan esta jornada con un ritmo deliciosamente relajado, ofreciendo una perspectiva única de los paisajes vitivinícolas que se extienden hasta donde alcanza la vista.
Día de la viña.
La gran repas vigneron es la apoteosis de esta celebración. En torno a las mesas, las conversaciones se animan, las risas estallan y se crea ese caluroso ambiente que caracteriza la hospitalidad del Suroeste. La Vignes Run Color añade una nota de modernidad a esta tradición ancestral, transformando los caminos entre las viñas en un recorrido lúdico en el que se mezclan deporte y descubrimiento del patrimonio vitícola.
La Vignes Run Color es una de las carreras más populares del suroeste de Francia.